He leído La novel·la
de Genji, el príncep resplendent; (La novela de Genji, el príncipe
resplandeciente); (Genji Monogatari), la versión en catalán (hay un
par el castellano más extensas), de la escritora japonesa del s.XII Murasaki
Shikibu.
Se trata de un libro muy
curioso.
Siempre, cuando se
menciona este libro, o esta escritora, se hace difícil no tener en cuenta lo
qué dijo de él Harold Bloom: “Nunca volvemos a pensar en el amor de la misma
forma después de haber leído este libro”, y “Murasaki es el genio del deseo”,
que, en principio pueden parece dos frases exageradas.
En un mundo (el nuestro),
donde parece que ya está todo dicho, y más sobre el amor, un tema tan
recurrente y tan común, la sensibilidad en la explicación de las aventuras
amorosas de este joven príncipe japonés “resplandeciente”, la delicadeza con
que la autora crea una nueva vestimenta explicativa para decir lo mismo, es decir,
contar una nueva aventura amorosa suya, es realmente maravilladora. Genji es un
Don Juan, pero un Don Juan que nos cae bien, y que no nos deja indiferentes con
su belleza, sus manera exquisitas, ¡y su caligrafía!
A pesar que lo he leído
sea sólo un breve fragmento de un libro que se ve que es larguísimo, parece que
con la traducción se haya pellizcado una de las partes más jugosas. No sé de
cuantas manera se puede explicar lo mismo (tantas como personas enamoradas hay
en el mundo, me imagino), pero parece que no cuesta hacerse el cargo de cómo
debe ser el resto del libro.
Ahora, a pesar que este
Genji sea muy resplandeciente, sus maneras amatorias exquisitas, y su
caligrafía excepcional, una no puede impedir ver la profunda injusticia hacia
las mujeres de la sociedad japonesa de aquella época. Debía ser terrible.
En definitiva, un libro
que me ha gustado mucho, y que ha conseguir mantener la intriga, incluso, a
pesar que sean sucesivas muchas maneras de explicar lo mismo. La manera como se
varían los escenarios, las personalidades, las circunstancias... La autora
consigue hacer cada nueva conquista diferente, creíble y humana, y pintar unos
personajes de carne y hueso (Genji y la nueva amante), cuando, con tanta
variedad, y tanto pasar lo mismo, podrían no pasar de meros clichés.
No son clichés, al
contrario, se aprecia una gran imaginación para “variar el cuadro”, y hacer
cada nueva conquista especial y meritoria, y no nos percatamos que este Genji
es un penco. Se esfuerza tanto por cada nueva amante, que trata como única y
especial, que eso le hace a mi pesar un poco más entrañable de lo que debería
ser alguien como él.
No sé si el Japón actual
se parece demasiado al Japón dibujado en este libro (me temo que en lo
referente al machismo sí), pero en fin, se trata realmente de un viaje por el
tiempo y el espacio a un mundo que no creo que haya sido así exactamente nunca,
tan sensible (porqué el mundo jamás es sensible), pero si entendemos que el
mundo al qué viajamos no es un tiempo y un espacio concretos sino al alma de la
autora (las almas sí que pueden serlo, de sensibles), es realmente un viaje
maravilloso y exótico guiados por la imaginación y la sensibilidad de una
escritora excepcional.
* * *
Algo que no deja de
transmitir cierta ironía es el hecho que el protagonista use muchas veces la
“excusa” de qué con su nueva conquista sus almas habían estado juntas en otra
vida, y que por ello desean tanto encontrarse en esta.
Esto, la primera vez que
lo oímos, nos suena muy romántico y espiritual, pero cuando ya lo hemos oído un
par o tres veces vemos que incluso sus sirvientes lo usan para hacer
francachela.
En fin, que por lo que
parece este Genji ha tenido unas “otras vidas” muy variadas...
* * *
A pesar que cuando no lo
había leído el libro me pareció que exageraba, ahora estoy de acuerdo con lo
qué dice Harold Bloom: “Nunca volvemos a pensar en el amor de la misma forma
después de haber leído este libro”, y “Murasaki es el genio del deseo”. Con
estas frases consigue explicar la gran sensibilidad de esta novela de la manera
más perspicaz posible. No se puede pedir más, ni de un crítico literario ni de
una novelista.